Por Cory Duarte Hidalgo, Directora del Departamento de Trabajo Social de la Universidad de Atacama
Las cifras del Censo 2012, nos muestran la acentuación de los hogares cuya jefatura es asumida por una mujer, representando más del tercio de los hogares chilenos. Esta cifra contrasta con la baja participación de mujeres en el mundo laboral, la que es escandalosamente baja en comparación con los países miembros de la OCDE. De hecho, el mismo organismo ha recomendado a nuestro país la urgencia en implementar medidas que fomenten la participación de las mujeres en dicho ámbito.
La pobreza en Chile tiene cara, cuerpo y sueños de mujer. Esta situación se vincula fuertemente con la desigualdad en el ingreso, la inequidad de género, y la ausencia de un adecuado sistema de protección que asegure a las ciudadanas y ciudadanos la plena satisfacción de sus derechos elementales.
La Declaración del Milenio, firmada en 2002, por los Estados Miembros de Naciones Unidas compromete la promoción de la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer. Sin embargo, el enfrentar este objetivo conlleva entre otras cosas, potenciar modificaciones en las relaciones de género que se dan al interior de las familias. En este sentido, debemos dejar de asociar a las mujeres sólo con aquellos aspectos reproductores. Las mujeres de hoy en día cumplen una multiplicidad de roles, lo que no ha reducido las horas que ellas dedican a la labor “doméstica”, asumiendo principalmente tareas asociadas al cuidado. De esta forma, las mujeres comparativamente tienen menores ingresos y mayores responsabilidades en los hogares, lo que se traduce en más impedimentos para su real incorporación al mercado laboral, generando, sin lugar a dudas, una relación perversa entre pobreza y género.
Las familias han cambiado, asoman nuevas masculinidades, los hombres adquieren responsabilidades en el cuidado, en el espacio doméstico, permitiendo reordenar y reconfigurar las relaciones de género. Pero se debe tener en cuenta que estas transformaciones han de ser acompañadas por políticas sociales que disminuyan las inequidades de género, potenciando la participación de más mujeres en el ámbito laboral, político, cultural y científico. Hoy es urgente generar políticas sociales que permitan conciliar lo laboral con lo familiar.
Columna publicada en Diario Atacama, el miércoles 24 de abril de 2013, página 8. Ver publicación original