Por Planck Barahona U.
La Estación de Tren de Copiapó, inaugurada en 1851, fue el punto de partida del primer ferrocarril de Sudamérica, uniendo la ciudad con el puerto de Caldera. Este hito marcó el inicio de una era de desarrollo económico impulsada por la minería, facilitando el transporte de minerales y contribuyendo al crecimiento de la región de Atacama. Cuenta la historia que la construcción de esta obra fue liderada por la empresa inglesa William Wheelwright & Co., bajo la dirección del empresario estadounidense William Wheelwright, un visionario que promovió la modernización del transporte en Chile y Sudamérica. Con financiamiento de capitales privados y el respaldo del gobierno chileno, el ferrocarril Copiapó-Caldera se convirtió en una de las infraestructuras más innovadoras de su época, siendo clave para la explotación minera de Chañarcillo y su posterior auge económico. Durante décadas, la estación fue un centro de actividad vital hasta que el declive del ferrocarril la condenó al abandono.
Hoy, la infraestructura de la estación se encuentra en un estado deplorable. Ventanas rotas, techumbres desplomadas y vagones oxidados debido al paso del tiempo, reflejan el abandono de un lugar que alguna vez simbolizó el progreso. A pesar de su importancia histórica y patrimonial, las autoridades han mostrado nulo interés en su restauración. Proyectos de revitalización han sido anunciados en múltiples ocasiones, pero ninguno ha logrado materializarse. Una pregunta que me he formulado en numerosas ocasiones. ¿Por qué las autoridades han ignorado la importancia de conservar nuestro patrimonio histórico?. Es triste decirlo, pero la falta de iniciativas concretas y de voluntad política refleja una visión miope y limitada sobre la importancia de mantener en buen estado nuestro legado cultural. Invertir en la restauración de la estación de tren podría significar no sólo un acto de justicia histórica, sino también una oportunidad para impulsar el desarrollo local a través del turismo y la educación patrimonial. Es también una oportunidad para mejorar la calidad de vida de la población, pues estudios han demostrado que la degradación de los espacios públicos, la falta de infraestructura adecuada y la ausencia de áreas culturales y recreativas pueden generar un impacto negativo en el bienestar social de las personas.
Para empeorar la situación, contiguo a la estación de tren, se extiende un terreno baldío que no contribuye en nada al aspecto del sector. Antiguas estructuras oxidadas y montones de basura, convierten el lugar en un espacio desolador, proyectando una imagen de descuido y desinterés. Lo que alguna vez pudo haber sido un área verde y de recreación para los vecinos del sector, hoy es un rincón sombrío que contrasta con el sentido común de mejorar los espacios públicos que en muchas ocasiones se nos prometió en las campañas electorales.
Hago llamado enérgico a las autoridades y a las organizaciones patrimoniales a unir esfuerzos para rescatar un legado que no debe quedar en el olvido.